Historia
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El viaje de Nuestro Fundador
Carlos Alcalá Marcos
Carlos Alcalá Marcos
Tenía siete años y era un Castor, la sección más joven del grupo Scout.
Durante un campamento de verano, le pregunté a mi líder scout cuáles eran las responsabilidades de cada sección dentro del grupo.
Después de que me las explicara, le pregunté:
"Entonces, ¿qué hacen los Castores?"
"Nos hacéis felices a todos con vuestra alegría."

Empecé a bailar breakdance cuando tenía doce años.
Consejo profesional para madres de adolescentes con TDAH:
«Ayúdales a encontrar una forma creativa y física de expresión artística».
Después de la universidad, bailé danza contemporánea, dirigí un musical con sesenta niños y, finalmente, fundé mi propia compañía de teatro físico: Raining Rosas.

En el instituto saqué mi primera nota perfecta en psicología.
Me encantaba comprender a las personas:
"¿Por qué somos como somos?"
Mi tesis de licenciatura exploró las redes sociales y las conexiones humanas.
Después de una profunda experiencia espiritual, sentí curiosidad por saber cómo disfrutar al máximo de la vida.
Así que cursé dos másteres en Psicología Positiva para estudiar la ciencia de la felicidad y la espiritualidad.

A los veintiún años, la ciencia era mi religión. Era un ateo escéptico.
Pero una noche, solo en mi habitación sin tecnología, tuve una experiencia mística que cambió mi vida.
Descubrí el taoísmo y me convertí en asceta.
Más tarde, viajé a la India y me convertí en yogui.
Luego, gracias a la meditación budista, experimenté la pérdida del ego.
Finalmente, exploré los psicodélicos y perdí mi miedo a la muerte.

Un amante de la naturaleza que viaja por todo el mundo.
Un artista escénico que dirige musicales.
Un psicólogo que estudia la felicidad.
Un buscador espiritual que anhela la paz.
Un escritor frustrado con síndrome de Peter Pan.
Era hora de madurar y encontrar un "trabajo de verdad".


13 cartas
Los orígenes de Playing Camp
Del Burnout al Propósito

Ahora me toca a mí contaros cómo Playing Camp se está convirtiendo en un movimiento por la alegría, el amor y la paz mundial.
Como sabéis, Carlos estaba cursando un doctorado en psicología positiva.
Pero no era un hombre feliz.
Pasó días solo en su oficina, estudiando los efectos de la naturaleza en las experiencias espirituales.
Se sentía completamente desconectado de sí mismo y de sus amigos.
Su vida era una mentira:
investigaba sobre la felicidad y la naturaleza mientras vivía en la miseria dentro de una oficina.

Su director de tesis solía decirle a Carlos que no debía trabajar tanto porque "Solo hay una vida".
Tenía tanta razón. Tanta razón, que antes de la pandemia decidió dejarlo.
Durante el confinamiento, tuvo una revelación poderosa:
"¿Por qué nos pasamos toda la vida trabajando y sin divertirnos?
Si muriera mañana: ¿habría disfrutado?
¿O pasé mis años sólo delante de una pantalla?"

Decidió priorizar el impacto.
Carlos se mudó a Zambia y cofundó una ONG con sus amigos.
Enseñaba a niños desfavorecidos del barrio, pero fue durante el recreo cuando descubrió una verdad más profunda:
"Estos niños, que juegan con palos, hojas y piedras, no son las personas más pobres del mundo.
¡Viven rodeados de una infinita abundancia accesible!
No es estudiando la conexión, la felicidad o la naturaleza como alcanzamos la iluminación.
Es jugando juntos cuándo aprendemos a disfrutar de la vida, momento a momento."

Carlos había encontrado su propósito.
Creó la Experiencia Playing Camp, un taller no verbal lleno de juegos de danza y teatro para ayudar a los adultos a reconectar con su niño interior.
En un arrebato de entusiasmo, planeó una gira por varias capitales europeas.
Invirtió gran parte de sus ahorros, pero solo acudieron unos pocos participantes.
No ganaba dinero. Estaba al borde de la bancarrota.
No era un negocio. Era una pasión hermosa, pero muy cara.

Carlos comenzó a trabajar para un podcast que se alineaba con sus valores.: "Vender con Amor".
Aprendió redacción publicitaria, marketing y ventas como nómada digital.
Un día, en Bali, descubrió ChatGPT.
"Espera... ¿esto escribe más rápido que yo?".
Su trabajo, como el de todos los demás, estaba de repente en peligro.
Así que se convirtió en un experto en IA.
Pero, en el fondo, sabía que eso no duraría para siempre.
O bien los robots tomarían el control, o bien nos darían tiempo libre ilimitado.
En ambos casos, solo había una respuesta:
¡JUGAR mientras dure!

Después de una profunda conversación, Carlos recordó su juego favorito de la infancia: ¡las peleas de almohadas con sus hermanos!
Utilizando marketing de guerrilla, organizó la primera pelea de almohadas de la isla.
Cogió las almohadas de su cama y comenzó a batallas con extraños en las playas de Bali.
Pronto organizó más sesiones de Playing Camp en Asia para nómadas digitales.
Pero entonces se preguntó:
"¿Quién necesita jugar más?
No eran los nómadas que beben cocos en la playa, sino los trabajadores atrapados en oficinas, mirando pantallas todo el día.

Carlos no tenía ni idea de lo que significaba B2B.
Voló de vuelta a Madrid, decidido a aprender a vender a empresas.
Acudió a cientos de eventos de networking, haciendo a todo el mundo la misma pregunta:
"Cuando estabas en la escuela, ¿cuál era tu momento favorito del día?"
"¡La hora de jugar!"
“Exacto. ¿Y te imaginas un mundo en el que los niños crecen, empiezan a trabajar... y nunca vuelven a tener recreo?
¿No estarían todos tristes?"
A partir de esa idea, Carlos comenzó a compartir sus conocimientos sobre inteligencia artificial, ventas, comunicación y bienestar en empresas y escuelas de negocios.
Pronto, se encontró liderando experiencias de formación de equipos con organizaciones como Airbus, Four Seasons y muchas otras en España y Europa.

Hoy en día, Carlos sigue llevando el juego a las oficinas, transformando los lugares de trabajo con soluciones innovadoras.
Pero no nos detenemos ahí.
Cada día, entusiastas del juego de todo el mundo se unen a nuestra misión.
Mientras Carlos habla en escenarios sobre los beneficios del juego diario, nuestro equipo sigue creciendo, llevando el juego a ONG, escuelas, refugios para personas sin hogar, residencias de ancianos y campos de refugiados.

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¡Juguemos!

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